Monolito de Xiabre, Villagarcía de Arousa, Galicia

El monte de Xiabre se encuentra ubicado a 641 metros de altura, lo que supone una plataforma perfecta para contemplar a través de una vista panorámica la ría de Arousa. Durante el ascenso al monte, se puede observar un monolito en recuerdo de los aviadores que fallecieron al sofocar incendios en los bosques.

Del aeropuerto de Lavacolla partieron tres, el día 8 de septiembre del año 1976, con destino a Vilagarcía. Al menos uno de ellos era un CL-215. Estaba ardiendo el monte Xiabre. Después de haber realizado varias pasadas sobre la Praia Compostela para llenar su depósito de agua, una de las naves se detuvo, circunstancia que llamó la atención a quienes contemplaban sus evoluciones, aunque no supiesen que podían cargar 500 litros en doce segundos a una velocidad de 60 nudos.

A duras penas, el CL-215 logró coger altura. El estruendo que provocaban sus motores, que posiblemente estuviesen al máximo de su potencia, llamó la atención de los testigos. La dirección en la que enfiló el avión no lo llevaba hacia el lugar del incendio y quienes seguían sus maniobras se percataron de que algo terrible estaba a punto de suceder.

UN ALA

El Canadiar CL-215 sobrevoló por encima de unas parras antes de acercarse al monte, donde sufrió el primer impacto contra un eucalipto de grandes dimensiones cuyo tronco quedó partido.
A consecuencia del fuerte golpe, el avión perdió un ala, para acabar estrellándose contra el suelo a unos 200 metros. Una columna de humo permitía localizar el lugar desde varios kilómetros de distancia.

Cerca del lugar donde se produjo el accidente se encuentra la aldea de Guillán, cuyos vecinos celebraban las fiestas patronales. La sobremesa quedó interrumpida porque ninguno se quedó en su casa. Las puertas quedaron abiertas. Todos corrieron monte arriba hacia donde había caído la aeronave, al igual que los de Trabanca-Sardiñeira. Las agujas del reloj marcaban las 17.10 horas.

SACRIFICIO

Los comentarios que se escucharon entre vecinos de Guillán y Trabanca-Sardiñeira apuntaban en la dirección de que quienes tripulaban el avión no lograron abrir la compuerta para descargar el agua y ganar altura, evitando el accidente.

Ante esta tesitura, la conclusión a la que llegaron los vecinos no deja lugar a dudas: el alférez José Luis Herraiz, el brigada José Cachafeiro y el sargento José Pérez sacrificaron sus vidas para evitar la tragedia que hubiera supuesto que el Canadiar CL-215 se hubiese estrellado contra las viviendas. Y reconocen, también, que no sería descabellado pensar que algunos de los testigos pudieran haber sido víctimas de la tragedia.

Un monumento en el Xiabre recuerda a los tres militares que murieron combatiendo el fuego. En este lugar se celebrará un homenaje el día 10, organizado por los vecinos de Guillán y Trabanca-Sardiñeira que, transcurridas cuatro décadas, quieren expresarles su testimonio de gratitud.

Guillán es una localidad tranquila, camino del mirador de Xiabre, de esas en las que nunca pasa nada. O casi nunca. Porque la quietud del lugar se vio truncada el 8 de  septiembre de 1976 cuando un hidroavión de Icona se estrelló en la falda del monte Xiabre. Era el día grande de las fiestas de Santa María, día de recibir a la familia y de grandes comilonas. Sobre las cinco de la tarde el estruendoso ruido de un avión volando a baja altura sobresaltó a los vecinos.

Un vecino que estaba en el campo de la fiesta testificó: «Vimos un avión que se acercaba muy bajo. Daba miedo, por poco roza la iglesia», recuerda. Tenía 16 años y «ya imaginé que sería una desgracia tremenda». Su ahora mujer estaba comiendo. «La avioneta pasó casi rozando el tejado y escuchamos un ruido muy fuerte». Al salir fuera «vimos el fuego y el humo negro» y cuando llegaron a la zona del siniestro «las alas y trozos» del aparato esparcidos. Otra vecina fué una de las primeras personas en llegar al lugar del accidente. Tenía 21 años y dice: «estábamos con el café. Cuando vimos la explosión fuimos corriendo a ayudar pero ya no había nada que hacer». No hubo supervivientes.

El exconcejal del concello de Vilagarcía Alejandro Quintela aún recuerda el debate popular sobre suspender o no las fiestas. Ganó lo segundo, pero ya no fue lo mismo. «La gente no tenía humor para celebrar nada al saber que habían muerto tres personas», apunta la vecina.

Al cumplirse un año del accidente se inauguró en el mismo lugar de la tragedia el monumento en recuerdo a quienes perdieron «sus vidas en defensa de los bosques de España». En Guillán se celebró una misa en memoria del alférez José Luis Herráiz, el brigada José Cachofeiro y el sargento José Pérez Belmonte y hasta la aldea se desplazaron familiares de las víctimas y gente de Icona.

Otra vecina relata: «Aún tengo una foto fuera de la capilla con las coronas que se colocaron en el monolito». El monumento pasó a formar parte de la vida de la aldea, con padres llevando a sus hijos a jugar a la zona y pequeños sintiéndose como auténticos aviadores entre las aspas incrustadas en la piedra. «Llevábamos a nuestros hijos a pasear al monolito y les contábamos lo que significa».

La historia de los héroes del Xiabre pasó de padres a hijos, de abuelos a nietos pero, como si el tiempo no hubiese transcurrido, «sigue habiendo desalmados que queman el monte. Por culpa de cuatro sinvergüenzas se pierden vidas humanas», lamenta esta vecina.

Aquel fue la primera tragedia del Grupo 43. La unidad de Santiago, a la que pertenecían Herraiz, Cachafeiro y Pérez, fue una de las primeras en ponerse en marcha en 1971. Contaba con dos hidroaviones, seis pilotos y diez mecánicos.

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