Trayectoria de Santiago Apostol hacia Santiago de Compostela, Galicia

De familia humilde, Santiago el Mayor era hijo de Zebedeo, pescador judío que faenaba las aguas del río Galilea y el cual tenía también otro hijo, Juan Evangelista.

Encontrándose estos pescando en el lago de Generaset junto con otros dos hermanos, Andrés y Pedro, fueron todos ellos reclutados por Jesucristo como sus cuatro primeros discípulos, convirtiéndose con el paso de los años, en su círculo más cercano.

Tal era la confianza depositada en ellos, que Santiago el Mayor fue partícipe y testigo de varios acontecimientos clave en la historia del cristianismo, tales como la transfiguración en el monte Tabor y el milagro de la resurrección, así como su posterior aparición en el río Tiberíades.

CÓMO MURIÓ SANTIAGO APÓSTOL

Santiago el Mayor, al igual que alguno de los otros discípulos de Jesús, decidió emprender su labor evangelizadora, concretamente en el reino de Gallaecia, la actual Galicia.

No sería la última vez que visitaría estas tierras, ya que este fue el único lugar donde estuvo el Apóstol tanto de vivo como de muerto.

Dado su escaso éxito en tierras del río Ulla, retornó a Jerusalén, donde fue ejecutado por orden del emperador Herodes Agripa en el año 44 d.C. tras una serie de persecuciones a los cristianos. De esta forma, Santiago el Mayor se convertiría en el primer apóstol en morir por la fe cristiana.

Así fue como los otros apóstoles, ante la negativa del emperador de poder sepultar a Santiago, deciden huir con su cuerpo de nuevo a tierras gallegas, concretamente a Iria Flavia, donde deciden depositar el cuerpo y construir una sepultura en el bosque de Liberum Donum. Es aquí donde nace la leyenda y el legado jacobeo.

TRASLATIO

Término latino con el que se alude a la legendaria traslación por mar del cuerpo del apóstol Santiago el Mayor desde Palestina a Galicia, donde recibe sepultura, dando sentido así al descubrimiento de su tumba y restos en la actual Compostela (ca. 820-830). Los diversos textos medievales que narran este hecho, todos de carácter literario, difieren en lo complementario pero coinciden en lo esencial. Al margen de algunos desajustes temporales, todos sitúan la traslación en barco justo después de la muerte del Apóstol (hacia el año 44) y en concluirla, tras una serie de peripecias que varían en las diferentes versiones, con su enterramiento en un lugar interior próximo a la actual ría de Arousa.

La tradición de la translatio fue aceptada por el papa Pascual II en 1105, durante el mandato compostelano del obispo Diego Gelmírez, y ratificada posteriormente por León XIII en 1884, al certificar la autenticidad de las reliquias conservadas en Santiago.

PRIMERAS FUENTES

La primera noticia conocida sobre un posible enterramiento del cuerpo de Santiago en Galicia procede del monje inglés Beda el Venerable, quien a principios del siglo VIII lo sitúa en algún lugar occidental de Hispania. El texto de Beda, redactado unos cien años antes del descubrimiento del sepulcro, animaría, sin duda, a dar forma y sentido al hecho del descubrimiento del sepulcro hacia los años 820-830 en la actual Compostela.

La primera mención relevante de la translatio es del monje francés Floro de Lyon, quien señala hacia los años 840-850 que el cuerpo de Santiago fue trasladado a Hispania y puesto a salvo “en sus últimos confines”, donde, añade, es objeto de gran veneración.

Se desconocen los motivos de Beda y Floro para sus afirmaciones, pero lo cierto que ellos comienzan a dar cuerpo a una serie de relatos de la traslación destinados a resolver la necesidad de explicar, sobre todo desde Compostela, el sorprendente hecho de la presencia de la tumba de un apóstol de Cristo en unas tierras tan lejanas y extremas como las gallegas.

DESDE EL SIGLO IX

Desde el mismo siglo IX una serie de relatos sucesivos pretenden resolver el enigma de por qué si Santiago es martirizado en Jerusalén su sepultura se encuentra, como decimos, en la remota Galicia. Los textos deberán dar respuesta (y lo harán, a su modo) a dos preguntas inseparables: la forma en que se traslada su cuerpo (la translatio como tal) y como se deposita y entierra en el lugar de destino (depósito). Existe coincidencia en considerar a la Epístola del papa León, también citada como Epístola del obispo León en sus primeras versiones, como el texto más antiguo nacido para responder a estas interrogaciones. Es, además, la base para todos los que vinieron después.

La versión más antigua se encuentra en un manuscrito procedente de Limoges (Francia) conservado en la Biblioteca Nacional Francesa en París y datado hacia finales del siglo X. López Alsina y otros estudiosos consideran que la fuente original de este texto sería anterior, situándola entre mediados y finales del siglo IX, el mismo del descubrimiento del sepulcro. Como el origen de la leyenda es casi con toda seguridad compostelano y peninsular, se da por supuesto que esta versión llegó a Limoges llevada por algunos de los primeros peregrinos ultrapirenaicos de la historia, que serían, por lo tanto, del siguiente siglo al descubrimiento.

El texto de Limoges, muy breve, señala que el cuerpo de Santiago, tras ser decapitado en Jerusalén, es introducido en un barco que milagrosamente lo traslada en siete días hasta la confluencia de los ríos Sar y Ulla, en un lugar llamado Bisria. Justo al detenerse la nave el cuerpo apostólico es arrebatado por un rayo de sol. Los discípulos lo localizan 12 millas tierra adentro enterrado bajo una bóveda de mármol. Tres de sus seguidores -Torcuato, Tesifonte y Anastasio- destruyen un dragón existente en un monte próximo -el monte Illicinus, que tras ser bendecido pasa a llamarse Pico Sacro- y reciben el honor de ser enterrados a su muerte al lado del sepulcro apostólico. Los otros cuatro que habían acompañado al cuerpo desde Palestina regresan a Jerusalén y difunden la noticia.

De este texto se conservan otras dos versiones también breves y muy semejantes. Se localizaron en un documento del monasterio de San Sebastián del Pico Sacro, en las proximidades de Santiago, conservado en el Archivo Histórico Nacional (Madrid), y en otro del monasterio del Escorial (Madrid), posiblemente también de finales del siglo X. Existen otras versiones tempranas en Roma y en el Breviario de Évora (Portugal).

Como es fácil de comprobar, el texto señalado (y los posteriores) incorporan aspectos del relato de los siete varones apostólicos, principales “rivales” de Santiago en la evangelización hispana. Una leyenda difundida por el sur peninsular desde el siglo VII atribuía la evangelización a estos enviados de los apóstoles Pedro y Pablo desde Roma. Dos de los tres nombres citados (Torcuato y Tesifonte) aparecen entre los varones de Pedro y Pablo. También se incorporarán más tarde, según distintos autores, otros elementos de esta leyenda -Luparia, la destrucción de un puente cuando los persiguen, etc.- a los relatos jacobeos de la translatio. Se trataba, sin duda, de una forma de sincretismo destinada a hacer aparecer a los varones como discípulos de Santiago, centralizando en esta figura la legendaria primera evangelización peninsular.

LOS AMPLIOS RELATOS POSTERIORES

Los dos grandes relatos posteriores, destacables por su amplitud, proceden del exterior, aunque estarían en gran medida inspirados en fuentes compostelanas desarrolladas a lo largo del siglo XI. Con pequeñas variantes, coinciden en incorporar ya a Lupa como protagonista central, el viaje al finis terrae de los discípulos buscando la autorización para el enterramiento a un “rey” allí residente, la persecución a la que este los somete, los toros bravos del Pico Sacro que se vuelven mansos por la intercesión divina, y la conversión de Lupa. En ninguno de ellos están todavía los dos discípulos -Atanasio y Teodoro- que acabaron pasando a la tradición compostelana oficial -y a la versión más difundida- como los que permanecieron junto al sepulcro, una vez enterrado el Apóstol.

El caso más significativo y antiguo es la llamada translatio magna, citada por el padre Fita (s. XIX) como La gran leyenda de Santiago, escrita en el monasterio de Fleury-sur-Loire (Borgoña, Francia). Fita atribuye su divulgación al francés Jean du Bois en 1605, y la considera redactada en este cenobio en 1005. Otros autores coinciden en situarla también en algún momento del siglo XI.

El segundo relato procede del monasterio belga de Gembloux y se titula Translatio. Se conserva en la Biblioteca Real de Bruselas. Escrito en el siglo XII, habría llegado a este monasterio a través de algún texto o relato oral procedente de Santiago.

APARECEN ATANASIO Y TEODORO

La versión de la Epístola adoptada por la Iglesia compostelana surge también en el siglo XII y se incorpora al Codex Calixtinus como parte esencial del libro III (capítulo II), redactado posiblemente antes de 1140. Se completa este capítulo con un texto versificado posterior incluido en los apéndices del propio Codex y denominado Lecciones según el papa León y el maestro Panicha sobre la traslación de Santiago. Se incluye, además, en el libro I de la Historia Compostelana, compilada también con anterioridad a 1140. En la versión del libro III se acaban de desarrollar literariamente los detalles del traslado (se indica, por ejemplo que el barco parte de Jaffa) y se especifica por primera vez que los discípulos que permanecen con el Apóstol, una vez sepultado, se llaman Teodoro y Atanasio (capítulo II). En la versión de la Compostelana no se citan, pero sí se concreta el lugar del enterramiento: el bosque Libredón, “que ahora se llama Compostela”, aclara el texto.

Aunque el Calixtinus no da pistas concretas, la lógica lleva a pensar que Atanasio y Teodoro viajaron con el cuerpo de Santiago desde Palestina y lo hicieron en compañía de varios discípulos más; sin embargo con el tiempo ambos acabarían apareciendo como únicos responsables de su traslado desde Palestina en casi todas las versiones populares y en la iconografía.

López Alsina considera que las detalladas versiones del Calixtinus se elaboran en Santiago y se incluyen en este manuscrito para su amplia difusión tras reconocer el papa Calixto II el enterramiento de Santiago en Compostela (1120)

Existen varias versiones que narran la relación del Pico Sacro con la traslación, todas ellas procedentes de la denominada Epístola del papa León. Una de estas versiones aparece justamente en un documento vinculado al monasterio medieval de San Sebastián instalado en la cima de este monte. En todo caso, la más antigua es del mismo siglo IX, pocas décadas después del descubrimiento del sepulcro del Apóstol (820-830), sostiene el medievalista López Alsina, y se conserva en un manuscrito en Limoges (Francia). En ella se indica que tras llegar a Galicia, el cuerpo del Apóstol aparece milagrosamente enterrado al poco tiempo en una zona interior, a 12 millas de la costa. En las cercanías hay un monte llamado Illicinus en el que habita un dragón al que tres de los discípulos de Santiago logran destruir; desde entonces pasó a llamarse Monte Sacro, también citado en ciertos textos antiguos como Monsagro.

Más detallada es la versión de la traslación recogida en el Codex Calixtinus (s. XII), en su libro III. Aquí aparece Lupa como la señora de las tierras donde los discípulos de Santiago pretenden enterrar su cuerpo; tras una serie de peripecias, esta poderosa dama los envía a un monte cercano de su propiedad a buscar unos bueyes para con ellos construir el sepulcro. En realidad lo que pretende es deshacerse de los seguidores de Santiago, ya que al llegar se encuentran con un terrible dragón, símbolo universal del mal y de todos los animales dañinos, al que gracias a la intercesión divina logran reventar y matar. Tras esto bendicen el monte, al que pasan a llamar Monte Sacro. A continuación van a buscar los bueyes, que eran salvajes pero al ver a los discípulos se vuelven mansos y con ellos marchan al palacio de Lupa. Esta, al comprobar lo sucedido, reconoce su error, destruye sus ídolos paganos y se convierte a la nueva fe.

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